| Em tempo de reflexão e de avaliação |

> Seara > | Em tempo de reflexão e de avaliação |

| Em tempo de reflexão e de avaliação |

Las evaluaciones se siguen haciendo, lamentablemente, al final de los procesos de enseñanza. Se interrumpe el aprendizaje para comprobar si se ha aprendido. La evaluación no avanza en paralelo a los aprendizajes, se realiza al final, como si fuera su coronación, su colofón, su cierre. Y no su natural correlato. 

Y luego vienen los informes, las calificaciones (que algunos confunden con la propia evaluación). Los alumnos y las alumnas llevan las calificaciones a las familias. Lo que les preguntan los padres a sus hijos e hijas no es, probablemente, si lo que han aprendido les ha hecho mejores personas o si han ayudado a los demás a aprender o si han respetado a quienes les han enseñado o si han agradecido sus esfuerzos a quienes les han ayudado en el empeño. Les preguntan por los resultados.  Exclusivamente. Porque eso es lo que de verdad importa. 

Ahora bien, para alcanzar el éxito, hay que satisfacer las demandas de los evaluadores. Hay que responder a lo que se pregunta y hay que hacerlo de la forma pertinente para que la respuesta encaje en las expectativas de quien ha de decir si está bien o está mal. Po eso la evaluación encierra mucho poder.

Mientras más se asciende en la jerarquía académica (desde el alumnado al ministerio) va disminuyendo la evaluación y aumentando el sueldo. Mientras más se desciende, aumenta la evaluación y baja la remuneración o, incluso, hay que pagar. La evaluación, como decía, contiene poder. Y el poder tiene sus leyes.

¿Cómo se consigue el éxito en los denostados exámenes? En muchos casos, repitiendo lo que se ha leído o lo que se ha escuchado. Pero sin tener en cuenta cómo ha sido de clara, rica y motivadora esa enseñanza. No sé dónde he leído que si los profesores enseñasen geografía a las palomas mensajeras, muchos de los mensajes no llegarían a su destino. Con perdón de los profesores y profesoras de geografía, siempre competentes y esforzados, salvo las evitables excepciones.

He conocido excelentes profesionales que han enseñado geografía con pasión y paciencia. Uno de ellos me contó hace años una simpática anécdota sobre evaluación de la asignatura. Delante de un mapa físico de España colgado en la pared del aula, le pidió a un niño que indicase dónde nacía el río Nalón y dónde desembocaba.

El niño, muy desenvuelto, indicó con un puntero que nacía en la ría de Pravia (Mar Cantábrico, en la parte superior del mapa) y que desembocaba en la Fuente Nalona (Puerto de Tarna, unos centímetros más abajo). Lo había estudiado con ahínco.

– Se nota que has estudiado, dijo el profesor, pero no has entendido bien las dos referencias. Es exactamente al revés, dijo el profesor: nace en la Fuente Nalona y desemboca en el Mar Mediterráneo.

El niño, con mucho aplomo y cierto enfado, como indicando algo obvio, dijo:
– ¡Sí, hombre, el agua va a ir hacia arriba!

La evaluación nos ofrece testimonios como el de este pequeño geógrafo. Aplican su peculiar lógica. Porque no digan lo que nosotros esperamos no quiere decir que no razonen.

Me preocupa mucho que la evaluación de los aprendizajes tenga un fuerte componente memorístico, repetitivo, mecánico. Sin verdadera comprensión. No estoy contra del cultivo de la memoria ya que es la sustancia de la vida humana. No podríamos vivir sin memoria. Lo que cuestiono es la repetición mecánica de los contenidos. Lo que se ha dado en llamar el aprendizaje memorístico.

Creo que es una trampa la excusa que algunos utilizan para hacer una evaluación de esta naturaleza cuando dicen que se trata de preparar a los escolares para realizar en etapas superiores ese tipo de evaluación. En lugar de preparar para la guerra, ¿no seria más lógico y más justo acabar con la guerra?

¿Es educativa la evaluación? Esa es, a mi juicio, la cuestión central. Si es educativa no es solo porque se centra en dimensiones diversas de la educación sino porque educa a quien la hace y a quien la recibe. ¿Cuándo educa la evaluación? Cuando respeta, ayuda, motiva, hace pensar, facilita el aprendizaje, mejora la enseñanza y despierta el deseo de saber.

M. Santos Guerra